La Realidad Cotidiana en la Historia del Arte /05


Análisis de la representación de lo cotidiano
con una orientación progresiva hacia
el entorno edificado, lo intrascendente
y su abstracción






Aunque puede encontrarse alguna excepción, la pintura renacentista no nos ofrece representaciones de las costumbres cotidianas de la época, ni mucho menos del entorno cotidiano. Desde mediados del siglo XVI hasta el final de la Revolución Francesa en 1848, cuando surge el Realismo, los estilos pictóricos que suceden al Renacimiento siguen una temática similar o, en cualquier caso, muy alejada de la cotidianidad.

Estas observaciones no atañen sin embargo a los países nórdicos. En ellos, el Renacimiento italiano no llegó a asimilarse con la vehemencia de otras naciones europeas. Hicieron del estilo Gótico un estilo propio y lo prolongaron en el tiempo haciéndolo coexistir con los nuevos estilos artísticos europeos, enriqueciendo éstos o tomando de ellos las características que les podían resultar más interesantes. El original verismo del Gótico Tardío nos ha dejado valiosas muestras de los hábitos de la época y de los entornos más comunes.


Arriba, “Juegos de Niños” de 1560. Óleo del pintor norte-europeo Pieter Bruegel el Viejo, apodado por sus contemporáneos “Campesino Bruegel” en referencia a su gusto por representar la vida en el campo. Bruegel poseía un estilo propio bien definido. Solía representar escenas con diminutas figuras dentro de espacios panorámicos. No obstante, durante los últimos años de su vida se vio influenciado por la monumentalidad del Renacimiento italiano, como se aprecia en “El Baile Campesino” de 1567, en la página siguiente. Aquí, enormes figuras aparecen en primer plano desde un punto de vista más bajo, y el escenario, una calle con cabañas de madera, cobra menor relevancia.


La pintura de género, de representación de la vida diaria, fue ampliamente desarrollada en los países nórdicos y, a diferencia de Bruegel, ésta solía tener un aspecto sobrio y oscurecido, sobre todo a partir del siglo XVII.

En el cuadro “Mujer con Niña en la Despensa”, de 1660, el pintor flamenco Pieter de Hooch ilustró con maestría el ambiente de un hogar holandés medio. Las puertas están abiertas dejándonos entrever la parte frontal de la casa, e incluso el otro lado de la calle se adivina a través de una ventana. Sobre un suelo de baldosas ajedrezado la madre le entrega a su hija una jarra típica del país. Los vestidos también son mostrados sin ningún tipo de idealización.




En “La Sastrería”, dos aprendices trabajan mientras el dueño discute con una clienta. Esta escena de ambiente tan natural fue pintada por Quiringh van Brekelenkam en 1661. Con la pintura flamenca se rescataron además otros géneros olvidados en el Medievo, entre ellos la naturaleza muerta, el paisaje y la pintura arquitectónica o urbana. Tras la Reforma protestante, la iglesia católica ya no es la que encarga las obras ni define su contenido, ahora, son los adinerados burgueses los que hacen a los pintores especializarse en sus temas predilectos.


Esta sorprendente imagen fue pintada por el conocido Jan Vermeer van Delft entre 1657 y 1658. La escena de “La Callecita”, con dos mujeres imbuidas en sus quehaceres diarios mientras los niños juegan, nos muestra el grado de aproximación a la realidad que manejaban algunos pintores holandeses. Pero nadie como Vermeer, el auténtico iniciador de este género, consiguió un ambiente tan simplista e íntimo. El pintor holandés Gerrit Adriaensz Berckheyde fue el realizador del siguiente óleo con escena callejera que, aunque no nos muestra demasiados detalles humanos debido al alejado punto de vista desde donde se pintó, resulta un sorprendente documento arquitectónico.


“La Plaza del Mercado en Haarlem con la Iglesia de San Bravo” data del año 1696. Berckheyde, natural de la ciudad de Haarlem, realizó varias pinturas sobre los mercados de esta ciudad, una de las más activas económicamente de su tiempo.


En la pintura de la derecha, “El Mercado de Pescado y la Calle Kerk en Haarlem” de entre 1675 y 1680, Gerrit Adriaensz Berckheyde ilustró un poco más de cerca una escena de calle, donde se distingue a unos vecinos sacando agua de una fuente pública, a compradores seleccionando el mejor pescado fresco del día y a burgueses bien vestidos cogidos en una conversación. Unas casas con tejados escalonados, la torre gótica de la Iglesia de San Bravo a la izquierda y la sede del gobierno al fondo completan la escena.

Avanzando en el tiempo pero sin dejar el escenario flamenco, encontramos esta original obra del pintor Isaak Ouwater. Una multitud se agolpa ante la puerta de un edificio de Amsterdam donde acaban de ponerse a la venta boletos de lotería. El extremado preciosismo con que está realizada la pintura nos deja ver hasta el más ínfimo detalle del edificio de ladrillo rojo que, según indica un letrero sobre la puerta principal, resulta ser una librería. A cada lado se encuentra una pensión por cuyas ventanas se asoman los huéspedes alarmados por el alboroto. Ouwater pintó la escena exactamente igual a como un transeúnte podía contemplarla ese mismo día, tal como le fue encargado por el dueño del edificio, Jan de Groot. El óleo “La Oficina de Lotería”, de 1779, fue muy criticado en su momento por el excesivo ajuste en el encuadre y su falta de aire, aspectos que pronto lo convirtieron en una valiosa pieza de coleccionista. La experimentación de la que se hizo gala en la pintura flamenca sentará las bases de corrientes estéticas venideras.

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